100 familias han encontrado refugio en la falda de Guldheden. Entre la maleza, han abierto un claro y han construido sus casas protegiéndose de los peligros de la naturaleza. De la misma manera que las tribus lo han hecho durante siglos, este espacio está reservado para los humanos, sus actividades y no hay lugar para árboles y bestias. La pendiente ha sido aterrazada y domesticada como los Andes lo fueron por los Incas. Las plataformas están unidas por suaves rampas y escaleras que salvan los 30 metros de diferencia entre Guldheden y Göteborg creando un nuevo pasaje. En este patio, las familias pueden cuidar de sus hijos, ocupar el espacio, comer, cocinar y demás actividades sociales. El espacio está delimitado por 17 monolitos flotando en el perímetro. Los bloques siguen la pendiente, escalándose un piso el uno del otro, siempre protegidos por los arboles de la mirada de extraños: aquí viven los habitantes de esta comunidad. En el interior han excavado un laberinto de galerías en la madera fosilizada. Cada casa es diferente de la del vecino, creando un denso puzle que se retuerce en el interior de los bloques. Desde sus ventanas de dobles alturas se relacionan con los demás en la plaza, mientras siguen ojo avizor a los peligros del bosque …