A pesar de la presencia del tema en sus escritos, cuesta afirmar que hay en María Zambrano una teoría de la ciudad. Tal vez por el carácter liminar de su pensamiento -por esa vocación de permanencia en los confines, de la que ella misma nos habla- la búsqueda de una teoría, que habría de quedar inscrita en el compartimento de una disciplina -política, ética, antropológica ... o de cualquier otro género-, parece abocada al fracaso. Porque son éstas, ciertamente, dimensiones de su modo de referirse a una realidad en la que ha quedado «lo más creador de esta llamada cultura occidental », nos dice, pero son dimensiones que se deslizan siempre. Y se deslizan no sólo por la resistencia de su lenguaje a la traducción conceptual, sino por lo dilatado del horizonte en el que sus intereses se inscriben: el acceso al lugar del ser humano en el orden de lo real constituye el fondo en el que se proyectan sus preocupaciones teóricas.