Abstract:
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El día después del inicio del año 2000, el mundo, especialmente el mundo rico, respiró aliviado: el tan temido 'efecto 2000' sobre los ordenadores se había superado sin nada que lamentar. No sólo no se habían registrado problemas en cuestiones tan delicadas como las vinculadas a la carrera espacial o armamentista sino que tampoco el ciudadano medio había registrado inconvenientes adicionales en su cotidianeidad: el agua corriente seguía saliendo de los grifos, la energía eléctrica no se había interrumpido, los cajeros automáticos continuaban dando dinero, los hospitales cubrían sus servicios de urgencias y todos y cada uno de los aspectos de la vida cotidiana seguían su curso y también aquellos a los que habitualmente no accede el ciudadano medio pero que, a juzgar por el buen funcionamiento de los más inmediatos, pudo imaginar que estaban bajo control y por lo tanto no constituían una amenaza. El primer mundo, el mundo 'civilizado', tenía buenas razones para respirar tranquilo: la varias veces millonaria cifra de dinero que se había invertido en prever las posibles consecuencias del 'efecto 2000' había merecido la pena por lo que los contribuyentes no cuestionarían tal inversión y los políticos y gestores habrían cumplido con su deber de prevenir antes que curar. |