Notas:
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Pablo Neruda reconoce haber forjado
siempre las piezas de una sola obra, cumpliendo
así un viejo deseo: nombrar lo que ha
visto y conoce, tarea descubridora que, por
entrañable, no tiene límites, agota etapas y genera
nuevas experiencias de cuño literario:
…me acurruqué en mis sentidos y seguramente me
dispuse a acumular y pesar mis materiales, para una
construcción que tal vez pensé, y ahora confirmo, duraría
hasta el final de mi vida1.
Ese propósito nerudiano responde a la naturaleza
de un yo esencialmente romántico,
pero de talante humanista2; devuelve a la escritura
su antigua función testimonial, de ningún
modo objetiva3; deriva con la historia,
moldeándola en conciencia; guarda secretos,
pulsando verdaderas emociones; trata de acordar
fondo y forma, sin prejuicios críticos o estéticos;
y airea en última instancia un espectáculo
de carne y hueso, rigurosamente
organizado al pie de la letra. Todas esas líneas
de actuación imponen sus reglas, dibujando
un mapa creativo y geográfico de amplio espectro,
dimensiones particulares y tremenda
originalidad: |